Hermes, seducido por su honradez, le dio las tres hachas.
Al volver con sus compañeros, contóles el leñador su aventura. Una de ellos se propuso conseguir otro tanto. Dirigióse a la orilla del río y lanzó su hacha en la corriente, sentándose luego a llorar.
Entonces Hermes se le apareció también y, sabiendo el motivo de su llanto, se arrojó al río y le presentó igualmente un hacha de oro, preguntándole si era la que había perdido. El bribón, muy contento exclamo:
-¡Sí, ésa es!
Pero el dios horronzado por su desvergúenza, no sólo se quedó con el hacha de oro, sino que tampoco le devolvió la suya.
La divinidad no sólo ayuda a quien es honrado, sino que castiga a los deshonestos.
Tomado de Cuentos y Fábulas en Sternet
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