El ciervo respondió riendo:
-- Justo es lo que me dices, hijo mío; mas no sé lo que me sucede, pero cuando oigo el ladrido de un perro, inmediatamente me doy a la fuga.
Cuando se tiene un animo temeroso, no hay razón que pueda cambiarlo.
Tomado de Cuentos y Fábulas en Sternet
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