Encarándose ante el oráculo preguntó si lo que tenía en la mano era un ser vivo o era inanimado.
Si el dios decía «inanimado», el hombre mostraría al pajarito vivo; si decía «vivo», lo enseñaría muerto, después de haberlo ahorcado.
Pero el dios, viendo de lo que se trataba con esa malvada intención, respondió:
Deja tu engaño, pícaro, pues bien sabes que de tí depende que lo que tienes en la mano se muestre muerto o vivo.
El poder divino no es para llevarle al engaño.
Tomado de Cuentos y Fábulas en Sternet
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